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Día del Padre: ¿qué es Síndrome de Couvade que afecta a los hombres?

El Síndrome de Couvade se llama al conjunto de sensaciones corporales que experimentan algunos hombres a la par de sus mujeres cuando están embarazadas.


 
Lic. María Fernanda Rivas
Integrante del Depto.de Pareja y Familia de APA. (2015-2020) y actual asesora del mismo. Especialista en Niños y Adolescentes. Especialista en Parejas y Familias. Docente titular en el Instituto A.Garma de la APA y docente en el Seminario sobre Clínica de Familias, Parejas y Grupos perteneciente a la maestría en Psicoanálisis de la USAL.Co-autora del libro "Familias en litigio" y autora de los libros "La familia y la ley" y "Familias a solas".








Tradicionalmente, en nuestra cultura se ha dado por sentado que el deseo de hijo correspondía exclusivamente a la mujer y que estaba ligado al anhelo de ser fecundada y de transcurrir por el embarazo y el parto. Desde este enfoque, este deseo sería el desenlace de una evolución bio psicológica “esperable” cuyas vicisitudes culminan en la construcción de la ecuación: “mujer= madre” y que se desarrollan -obviamente- sólo en el territorio femenino.

También se habla con frecuencia del “reloj biológico” cuyo “tic-tac” incide fuertemente en el armado de un proyecto de maternidad, no así de paternidad. Estos pensamientos se derivan de contextos culturales en los cuales ha prevalecido durante años un modo de educación diferenciado para niñas y varones: el mundo doméstico y la crianza para ellas y el trabajo, para ellos.

Pero ¿Qué pasa con el deseo de hijo en el varón? En él, históricamente, este deseo se vinculó a la necesidad de descendencia, de la continuidad del apellido y del mantenimiento del linaje.

Posteriormente, cuando comenzó a estudiarse esta temática desde la psicología, se le otorgó una gran importancia a la envidia del hombre a la mujer por su capacidad reproductiva y maternal, funciones que serían para ésta una garantía de sobrevida ante la angustia de muerte. Desde esta perspectiva, la imposibilidad de la maternidad sería vivida por el varón como una frustración.

Algunos autores mencionan que en las primeras etapas de la infancia masculina surgiría un anhelo de tener un bebé en su vientre, identificándose con la madre embarazada. Esta vivencia quedaría luego reprimida, sobre todo por cuestiones culturales.

También se sabe que los reparos sociales a que los niños jueguen “a la mamá” constituyen la raíz de la inhibición para asumir la paternidad en el futuro. 

La mujer está provista de una anatomía que le otorga las capacidades biológicas para la gestación y el alumbramiento. Experimenta vivencias corporales a raíz del crecimiento del bebé en su vientre, náuseas, vómitos, tensión en las mamas, etc. que el hombre vive a través de la imaginación y de la empatía, de la incertidumbre y la curiosidad.

Se ha llamado “Síndrome de Couvade” al conjunto de sensaciones corporales que experimentan algunos hombres a la par de sus mujeres cuando están embarazadas. Esta denominación se deriva de una costumbre de algunas tribus primitivas en las que el varón se acostaba simulando los dolores de parto para acompañar a su esposa en el alumbramiento.

Donald Winnicot ha mencionado la existencia de elementos femeninos y masculinos tanto en el hombre como en la mujer, que forman parte de la identidad de todos los seres humanos y que son fundamentales para la crianza y la constitución del “yo” del hijo.

En los últimos tiempos se han producido importantes modificaciones en relación a las nuevas configuraciones familiares: Por ejemplo, hoy la ley otorga un lugar a la filiación -y, por consecuencia, a la paternidad/maternidad- derivada de las técnicas de fertilización humana asistida. Lo nuevo que propone es la idea de “voluntad procreacional”, que podría ser equivalente a lo que los psicoanalistas llamamos “deseo de hijo”. Se otorga un lugar dentro de la ley al vínculo entre quien quiere llevar adelante un proyecto parental porque así lo desea y el niño nacido, a pesar de que no existan lazos biológicos en juego.

También se contempla el parentesco “por afinidad”, es decir, la relación que surge entre personas que, sin ser parientes (por ejemplo, entre la nueva pareja de la madre y el hijo de ésta), se “eligen” y se comportan como si lo fueran. Es por es esto que se ha propuesto la denominación de “padre o madre afín” para desechar el peyorativo término de “padrastro” o “madrastra”.

El vocablo “patria potestad” ha sido reemplazado por el de “responsabilidad parental”, ya que el primero nos hacía pensar en la idea de hombre-proveedor, jefe del hogar, dueño de la casa, de la mujer y de los hijos, etc. Pero este aparente poder lo dejaba en un lugar periférico -o en caso de separación, en un papel de visitante- y ubicaba a la madre del lado del afecto y del instinto, presuponiéndole una mejor aptitud para la crianza.

Los debates en torno a la ley del aborto -basados en el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo- se complejizaron cuando comenzó a escucharse la voz de los hombres al reclamar ser tenidos en cuenta a la hora de que su pareja decida el destino del bebé por nacer.

Mucho agua ha corrido bajo el puente. Hoy los roles basados en las diferencias de género han cambiado sustancialmente. Son más compartidos y a veces, intercambiables. No es ninguna novedad que las mujeres salen a trabajar a la par de los hombres y que pueden funcionar como “proveedoras” en el hogar y que los varones se ocupan de hacer compras, cocinar y cambiar pañales. Y que el deseo de hijo ha dejado de ser privativo de la mujer.

El sentimiento de paternidad se construye y puede atravesar distintas vicisitudes. Tener un hijo no produce automáticamente su correlato afectivo. Contrariamente a lo que se cree, sentirlo como propio forma parte de un proceso mutuo, de ida y vuelta, sujeto a complejos avatares. Por eso es necesario que padres e hijos se adopten mutuamente, además de existir como tales dentro de una familia y una sociedad. Y éste es un proceso permanente, que debe renovarse en las distintas etapas de la vida.

 

(Obra de Fernando Botero)

(articulo publicado en Ámbito Financiero https://www.ambito.com/opiniones/hijo/dia-del-padre-que-es-sindrome-couvade-que-afecta-los-hombres-n5460512)





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Tradicionalmente, en nuestra cultura se ha dado por sentado que el deseo de hijo correspondía exclusivamente a la mujer y que estaba ligado al anhelo de ser fecundada y de transcurrir por el embarazo y el parto. Desde este enfoque, este deseo sería el desenlace de una evolución bio psicológica “esperable” cuyas vicisitudes culminan en la construcción de la ecuación: “mujer= madre” y que se desarrollan -obviamente- sólo en el territorio femenino.

También se habla con frecuencia del “reloj biológico” cuyo “tic-tac” incide fuertemente en el armado de un proyecto de maternidad, no así de paternidad. Estos pensamientos se derivan de contextos culturales en los cuales ha prevalecido durante años un modo de educación diferenciado para niñas y varones: el mundo doméstico y la crianza para ellas y el trabajo, para ellos.

Pero ¿Qué pasa con el deseo de hijo en el varón? En él, históricamente, este deseo se vinculó a la necesidad de descendencia, de la continuidad del apellido y del mantenimiento del linaje.

Posteriormente, cuando comenzó a estudiarse esta temática desde la psicología, se le otorgó una gran importancia a la envidia del hombre a la mujer por su capacidad reproductiva y maternal, funciones que serían para ésta una garantía de sobrevida ante la angustia de muerte. Desde esta perspectiva, la imposibilidad de la maternidad sería vivida por el varón como una frustración.

Algunos autores mencionan que en las primeras etapas de la infancia masculina surgiría un anhelo de tener un bebé en su vientre, identificándose con la madre embarazada. Esta vivencia quedaría luego reprimida, sobre todo por cuestiones culturales.

También se sabe que los reparos sociales a que los niños jueguen “a la mamá” constituyen la raíz de la inhibición para asumir la paternidad en el futuro. 

La mujer está provista de una anatomía que le otorga las capacidades biológicas para la gestación y el alumbramiento. Experimenta vivencias corporales a raíz del crecimiento del bebé en su vientre, náuseas, vómitos, tensión en las mamas, etc. que el hombre vive a través de la imaginación y de la empatía, de la incertidumbre y la curiosidad.

Se ha llamado “Síndrome de Couvade” al conjunto de sensaciones corporales que experimentan algunos hombres a la par de sus mujeres cuando están embarazadas. Esta denominación se deriva de una costumbre de algunas tribus primitivas en las que el varón se acostaba simulando los dolores de parto para acompañar a su esposa en el alumbramiento.

Donald Winnicot ha mencionado la existencia de elementos femeninos y masculinos tanto en el hombre como en la mujer, que forman parte de la identidad de todos los seres humanos y que son fundamentales para la crianza y la constitución del “yo” del hijo.

En los últimos tiempos se han producido importantes modificaciones en relación a las nuevas configuraciones familiares: Por ejemplo, hoy la ley otorga un lugar a la filiación -y, por consecuencia, a la paternidad/maternidad- derivada de las técnicas de fertilización humana asistida. Lo nuevo que propone es la idea de “voluntad procreacional”, que podría ser equivalente a lo que los psicoanalistas llamamos “deseo de hijo”. Se otorga un lugar dentro de la ley al vínculo entre quien quiere llevar adelante un proyecto parental porque así lo desea y el niño nacido, a pesar de que no existan lazos biológicos en juego.

También se contempla el parentesco “por afinidad”, es decir, la relación que surge entre personas que, sin ser parientes (por ejemplo, entre la nueva pareja de la madre y el hijo de ésta), se “eligen” y se comportan como si lo fueran. Es por es esto que se ha propuesto la denominación de “padre o madre afín” para desechar el peyorativo término de “padrastro” o “madrastra”.

El vocablo “patria potestad” ha sido reemplazado por el de “responsabilidad parental”, ya que el primero nos hacía pensar en la idea de hombre-proveedor, jefe del hogar, dueño de la casa, de la mujer y de los hijos, etc. Pero este aparente poder lo dejaba en un lugar periférico -o en caso de separación, en un papel de visitante- y ubicaba a la madre del lado del afecto y del instinto, presuponiéndole una mejor aptitud para la crianza.

Los debates en torno a la ley del aborto -basados en el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo- se complejizaron cuando comenzó a escucharse la voz de los hombres al reclamar ser tenidos en cuenta a la hora de que su pareja decida el destino del bebé por nacer.

Mucho agua ha corrido bajo el puente. Hoy los roles basados en las diferencias de género han cambiado sustancialmente. Son más compartidos y a veces, intercambiables. No es ninguna novedad que las mujeres salen a trabajar a la par de los hombres y que pueden funcionar como “proveedoras” en el hogar y que los varones se ocupan de hacer compras, cocinar y cambiar pañales. Y que el deseo de hijo ha dejado de ser privativo de la mujer.

El sentimiento de paternidad se construye y puede atravesar distintas vicisitudes. Tener un hijo no produce automáticamente su correlato afectivo. Contrariamente a lo que se cree, sentirlo como propio forma parte de un proceso mutuo, de ida y vuelta, sujeto a complejos avatares. Por eso es necesario que padres e hijos se adopten mutuamente, además de existir como tales dentro de una familia y una sociedad. Y éste es un proceso permanente, que debe renovarse en las distintas etapas de la vida.

 

(Obra de Fernando Botero)

(articulo publicado en Ámbito Financiero https://www.ambito.com/opiniones/hijo/dia-del-padre-que-es-sindrome-couvade-que-afecta-los-hombres-n5460512)






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