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Navidad y Reyes, bajo la lupa: ¿los juguetes son los regalos más valiosos?

¿Pero qué más hace falta para que un juguete cumpla su función? ¿De qué depende su magia?


 
Lic. María Fernanda Rivas
Integrante del Depto.de Pareja y Familia de APA. (2015-2020) y actual asesora del mismo. Especialista en Niños y Adolescentes. Especialista en Parejas y Familias. Docente titular en el Instituto A.Garma de la APA y docente en el Seminario sobre Clínica de Familias, Parejas y Grupos perteneciente a la maestría en Psicoanálisis de la USAL.Co-autora del libro "Familias en litigio" y autora de los libros "La familia y la ley" y "Familias a solas".








Navidad y Reyes, en las familias en las que hay niños, son fechas en las cuales cobran un enorme protagonismo los juguetes, que son considerados regalos muy valiosos.

Porque son herramientas fundamentales en la actividad principal de la infancia, que es el jugar. Winnicott hablaba del “jugar” y no del “juego” para señalar en esta acción algo del orden del movimiento, un proceso que se está realizando y que nunca es un producto terminado, ya que contiene en germen posibilidades infinitas.

¿Pero qué más hace falta para que un juguete cumpla su función? ¿De qué depende su magia?

Puede tratarse del objeto más sofisticado y caro, pero sin el gesto espontáneo del niño que le permita “crearlo”, hacerlo suyo, o ponerle su “sello”, no funcionará como tal.

Lo que sostiene el deseo de jugar es el sentirse “autor/creador”, por eso resulta tan importante respetar el uso de éste que hace el niño, aunque a veces incluya desarmarlo, ver qué tiene dentro, probar si flota, etc.

Es más, los chicos suelen tener apegos a ciertos juguetes, que por lo general no son ni los más caros, ni los más lindos, ni los más nuevos sino aquellos elegidos y cargados de un significado especial, como por ejemplo, los que los ayudan a separarse de sus padres, conocidos dentro del psicoanálisis como “objetos transicionales”.

En manos de un niño, cualquier juguete –por más que sea un producto terminado y apto para la venta- es “fabricado” durante el juego, solo él puede darle vida y hacerlo funcionar. En el otro extremo, existen niños que no pueden jugar aunque estén llenos de juguetes.

Ni siquiera es necesario algún objeto en particular. Se puede jugar con las ideas, con las palabras, con los gestos, con los movimientos. Pueden usar sus propios cuerpos, o partes de ellos, como juguetes. Se pueden hasta construir los juguetes con lo que sobra en la casa.

No se requiere gran espacio físico, pero sí emocional y poder alcanzar un “estado mental de juego”. Y en el mejor de los casos, el jugar genera encuentros y enriquece los vínculos.

Transcribiré un fragmento de una sesión con dos hermanitos:

M: “Armamos un robot con cajas y latas. Estamos pensando en ponerle un micrófono adentro y algunas frases”.

Psicóloga: “¿Qué frases le pondrían?”.

M.: “Hola. Yo soy Beto, tu asistente personal”.

J: “Yo quisiera que cuando escuche preguntas pueda responderlas”. “Quiero ponerle luces... Hay que usar dos luces para los ojos”.

M.: “Habría que hacerle el corazón, ponerle una luz adentro como corazón...”

Psicóloga: “Parece que uds. quisieran que el robot pueda sentir, no sólo que tenga respuestas programadas...”.

M.: “Sí, y que tenga los brazos como si fuera a abrazarte...”.

J: (como quien hace un anuncio en televisión): “¡Si no tenés amigos te recomendamos un Beto!”.

Psicóloga: (Con voz de propaganda) “¡Beto...diseñado especialmente para chicos que necesitan más amigos...!”.

En otra sesión trajeron sus juguetes -más bien pedazos de juguetes-: varios muñequitos a los que les faltaban partes. Uno de ellos de pronto se convertía en niño e iba colocando las partes faltantes, logrando que los otros muñequitos “cobraran vida”, y de esa manera pudieran jugar.

Otra de las enseñanzas del psicoanalista infantil que he nombrado al principio es que depende del entorno familiar estimular o entorpecer el potencial lúdico que trae el niño al nacer.

Más allá de la satisfacción que causa a los adultos conseguir el ansiado regalo, quizás el más valioso sea el de permitir el despliegue de la creatividad y la ilusión, capacidad que en el futuro se trasladará en cada niño al arte, a la religión, a los ideales y hasta a la disposición a enamorarse.

Psicoanalista. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Especialista en parejas y familias y en niños y adolescentes. Autora del libro “Familias a solas. Entre el duelo y la resiliencia”.

(Articulo publicado originalmente en https://www.ambito.com/opiniones/navidad/y-reyes-la-lupa-los-juguetes-son-los-regalos-mas-valiosos-n5614221)
(Obra. Cortejo de los Magos. Benozzo Gozzoli.)





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Navidad y Reyes, en las familias en las que hay niños, son fechas en las cuales cobran un enorme protagonismo los juguetes, que son considerados regalos muy valiosos.

Porque son herramientas fundamentales en la actividad principal de la infancia, que es el jugar. Winnicott hablaba del “jugar” y no del “juego” para señalar en esta acción algo del orden del movimiento, un proceso que se está realizando y que nunca es un producto terminado, ya que contiene en germen posibilidades infinitas.

¿Pero qué más hace falta para que un juguete cumpla su función? ¿De qué depende su magia?

Puede tratarse del objeto más sofisticado y caro, pero sin el gesto espontáneo del niño que le permita “crearlo”, hacerlo suyo, o ponerle su “sello”, no funcionará como tal.

Lo que sostiene el deseo de jugar es el sentirse “autor/creador”, por eso resulta tan importante respetar el uso de éste que hace el niño, aunque a veces incluya desarmarlo, ver qué tiene dentro, probar si flota, etc.

Es más, los chicos suelen tener apegos a ciertos juguetes, que por lo general no son ni los más caros, ni los más lindos, ni los más nuevos sino aquellos elegidos y cargados de un significado especial, como por ejemplo, los que los ayudan a separarse de sus padres, conocidos dentro del psicoanálisis como “objetos transicionales”.

En manos de un niño, cualquier juguete –por más que sea un producto terminado y apto para la venta- es “fabricado” durante el juego, solo él puede darle vida y hacerlo funcionar. En el otro extremo, existen niños que no pueden jugar aunque estén llenos de juguetes.

Ni siquiera es necesario algún objeto en particular. Se puede jugar con las ideas, con las palabras, con los gestos, con los movimientos. Pueden usar sus propios cuerpos, o partes de ellos, como juguetes. Se pueden hasta construir los juguetes con lo que sobra en la casa.

No se requiere gran espacio físico, pero sí emocional y poder alcanzar un “estado mental de juego”. Y en el mejor de los casos, el jugar genera encuentros y enriquece los vínculos.

Transcribiré un fragmento de una sesión con dos hermanitos:

M: “Armamos un robot con cajas y latas. Estamos pensando en ponerle un micrófono adentro y algunas frases”.

Psicóloga: “¿Qué frases le pondrían?”.

M.: “Hola. Yo soy Beto, tu asistente personal”.

J: “Yo quisiera que cuando escuche preguntas pueda responderlas”. “Quiero ponerle luces... Hay que usar dos luces para los ojos”.

M.: “Habría que hacerle el corazón, ponerle una luz adentro como corazón...”

Psicóloga: “Parece que uds. quisieran que el robot pueda sentir, no sólo que tenga respuestas programadas...”.

M.: “Sí, y que tenga los brazos como si fuera a abrazarte...”.

J: (como quien hace un anuncio en televisión): “¡Si no tenés amigos te recomendamos un Beto!”.

Psicóloga: (Con voz de propaganda) “¡Beto...diseñado especialmente para chicos que necesitan más amigos...!”.

En otra sesión trajeron sus juguetes -más bien pedazos de juguetes-: varios muñequitos a los que les faltaban partes. Uno de ellos de pronto se convertía en niño e iba colocando las partes faltantes, logrando que los otros muñequitos “cobraran vida”, y de esa manera pudieran jugar.

Otra de las enseñanzas del psicoanalista infantil que he nombrado al principio es que depende del entorno familiar estimular o entorpecer el potencial lúdico que trae el niño al nacer.

Más allá de la satisfacción que causa a los adultos conseguir el ansiado regalo, quizás el más valioso sea el de permitir el despliegue de la creatividad y la ilusión, capacidad que en el futuro se trasladará en cada niño al arte, a la religión, a los ideales y hasta a la disposición a enamorarse.

Psicoanalista. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Especialista en parejas y familias y en niños y adolescentes. Autora del libro “Familias a solas. Entre el duelo y la resiliencia”.

(Articulo publicado originalmente en https://www.ambito.com/opiniones/navidad/y-reyes-la-lupa-los-juguetes-son-los-regalos-mas-valiosos-n5614221)
(Obra. Cortejo de los Magos. Benozzo Gozzoli.)






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