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Relaciones abiertas: ¿moda o sinceramiento?

Desde hace unos años se ha vuelto común la institucionalización de las relaciones abiertas, casi como un sello de época, al menos desde lo discursivo.
 


 
Lic. Juan Pinetta

Psicólogo; psicoanalista, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), componente de la IPA y la FePAL. Ex editor de la revista Moción (APA; 2012-2015) y de la revista Transformación (OCAL; 2014-2016), Coord. del Depto. de Psicoanálisis y Sociedad (APA; 2016-2020), Coordinador de Zeitgeist Analíti@. Secretario de la Asociación Psicoanalítica Argentina (2024-2026). 










Es habitual escuchar: “Me puse de novi@. Pero tenemos una relación abierta”. Fuera del espacio terapéutico, las parejas declaran estar en ese tipo de relación sin inhibición o vergüenza alguna.

¿Será uno de los sellos de esta época las relaciones abiertas o será, en cambio, el sinceramiento lo que marca ese sello?

Sabemos que relaciones infieles las hubo siempre, y que siempre hubo tolerancias basculantes entre lo implícito y lo explícito y que, puertas adentro, las relaciones abiertas existieron siempre.

Por otra parte, el “menú” del deseo está disponible para todos. El deseo que circula. Pero una cosa es el deseo, y otra concretarlo. Entre la fantasía y la realización hay distancias, y entre una y otra consecuencias, que no tienen porqué ser ni malas ni buenas.

En general, una relación abierta se considera así cuando la pareja decide abrirse, con la posibilidad (¿permiso?) de tener relaciones sexuales con otras personas sin considerarlo como una infidelidad. Se agrega como prohibición, usualmente, que estas aperturas no sumen a lo sexual lo afectivo, algo difícil de sostener a veces.

Es importante aclarar que no es lo mismo una relación abierta que una relación poliamorosa. En esta última la convivencia, incluye a tres o más personas en un mismo nivel de relación sexoafectiva, la cual incluso, es cerrada… aunque también podría ser abierta.

Ahora bien, este tipo de apertura suele presentarse con mayor liviandad en adolescentes, que empiezan sus primeras relaciones bajo esta modalidad que no demanda mayor compromiso, en una experimentación evolutiva que resguarda de “prisiones afectivas”.

Diferente es el caso de las parejas con muchos años de recorrido, en las cuales pueden proponerse cambios de “contrato”. El tedio, el aburrimiento, pueden ser el gatillo para incursionar en esta experiencia, que puede tener como objetivo salvar la relación.

Pero no todo es tan simple como parece. Es habitual que en estos últimos casos la relación termine en separación, o que se cierre la pareja. Los terceros intervinientes han servido de amalgama en algunos casos. En otros, han funcionado como la llave de salida, ya que cuando una parte “libera” a la otra, esta entiende que ha perdido “valor” para la otra parte.

En los adolescentes, adolescentes tardíos, incluso, tras un tiempo de relación abierta deciden (por lo general uno de ellos) cerrar la relación, debido al afecto que se ha desarrollado, buscando la exclusividad del vínculo con la pareja, algo que habitualmente sucede.

Nada es tan lineal, y en pocas líneas es difícil exponer algo tan complejo y que hace a la irreductible particularidad de cada persona, y del “campo” psicológico que se arma en cada relación.

Sí, hay un punto que vale resaltar: no existen relaciones cerradas. Una pareja siempre es un sistema abierto, más allá del contrato de exclusividad. Y además del contrato “explícito”, siempre hay contratos “implícitos”, o inconscientes, los cuales terminan por comandar las relaciones.
 





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Es habitual escuchar: “Me puse de novi@. Pero tenemos una relación abierta”. Fuera del espacio terapéutico, las parejas declaran estar en ese tipo de relación sin inhibición o vergüenza alguna.

¿Será uno de los sellos de esta época las relaciones abiertas o será, en cambio, el sinceramiento lo que marca ese sello?

Sabemos que relaciones infieles las hubo siempre, y que siempre hubo tolerancias basculantes entre lo implícito y lo explícito y que, puertas adentro, las relaciones abiertas existieron siempre.

Por otra parte, el “menú” del deseo está disponible para todos. El deseo que circula. Pero una cosa es el deseo, y otra concretarlo. Entre la fantasía y la realización hay distancias, y entre una y otra consecuencias, que no tienen porqué ser ni malas ni buenas.

En general, una relación abierta se considera así cuando la pareja decide abrirse, con la posibilidad (¿permiso?) de tener relaciones sexuales con otras personas sin considerarlo como una infidelidad. Se agrega como prohibición, usualmente, que estas aperturas no sumen a lo sexual lo afectivo, algo difícil de sostener a veces.

Es importante aclarar que no es lo mismo una relación abierta que una relación poliamorosa. En esta última la convivencia, incluye a tres o más personas en un mismo nivel de relación sexoafectiva, la cual incluso, es cerrada… aunque también podría ser abierta.

Ahora bien, este tipo de apertura suele presentarse con mayor liviandad en adolescentes, que empiezan sus primeras relaciones bajo esta modalidad que no demanda mayor compromiso, en una experimentación evolutiva que resguarda de “prisiones afectivas”.

Diferente es el caso de las parejas con muchos años de recorrido, en las cuales pueden proponerse cambios de “contrato”. El tedio, el aburrimiento, pueden ser el gatillo para incursionar en esta experiencia, que puede tener como objetivo salvar la relación.

Pero no todo es tan simple como parece. Es habitual que en estos últimos casos la relación termine en separación, o que se cierre la pareja. Los terceros intervinientes han servido de amalgama en algunos casos. En otros, han funcionado como la llave de salida, ya que cuando una parte “libera” a la otra, esta entiende que ha perdido “valor” para la otra parte.

En los adolescentes, adolescentes tardíos, incluso, tras un tiempo de relación abierta deciden (por lo general uno de ellos) cerrar la relación, debido al afecto que se ha desarrollado, buscando la exclusividad del vínculo con la pareja, algo que habitualmente sucede.

Nada es tan lineal, y en pocas líneas es difícil exponer algo tan complejo y que hace a la irreductible particularidad de cada persona, y del “campo” psicológico que se arma en cada relación.

Sí, hay un punto que vale resaltar: no existen relaciones cerradas. Una pareja siempre es un sistema abierto, más allá del contrato de exclusividad. Y además del contrato “explícito”, siempre hay contratos “implícitos”, o inconscientes, los cuales terminan por comandar las relaciones.
 






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